Para Wunderman, las empresas pueden rentabilizar hasta el 60% de su Big Data, abrir nuevas líneas de negocio y ser relevantes para el consumidor. Entre los millones de datos que conforman aquello que denominamos Big Data es posible encontrar el perfil del cliente, sus hábitos de consumo, sus necesidades y las claves para llegar a ese tan deseado consumidor potencial, según señala Andrés Narváez, presidente de Wunderman del Sur de Europa y España, especialistas en customer intelligence, CRM, Real Time Marketing y marketing interactivo.
Desde su irrupción en el panorama empresarial y tecnológico hasta nuestros días, un 75% de las empresas a nivel mundial han invertido o planean invertir en Big Data, según reveló la prestigiosa consultora tecnológica Gartner. Y este éxito empresarial del análisis del Big Data no ha pasado desapercibido para el mundo de la política. Sin ir más lejos, el actual presidente de los Estados Unidos ha sido uno de sus más recientes valedores, pese a su inicial escepticismo.
“En el campo de la política, el análisis del Big Data puede aplicarse para dar con los temas más candentes o que más preocupan a millones de electores y así poder utilizarlo interesadamente en favor del discurso político.”, señala Andrés Narváez, presidente de Wunderman del Sur de Europa y España, compañía líder mundial en customer intelligence, CRM, Real Time Marketing y marketing interactivo. “En el plano empresarial, la analítica de Big Data está permitiendo a las empresas llegar a rentabilizar hasta el 60% de sus datos y al mismo tiempo, optimizar el 40% restante generando nuevas oportunidades para la creación de nuevas líneas de negocio.”, puntualiza Narváez.
El equipo de Donald Trump, una vez elegido candidato republicano a la presidencia de los Estados Unidos, implementó una estrategia digital liderada por su yerno Jared Kushner y Cambridge Analytica, empresa que previamente colaboró con los partidarios del Brexit en Inglaterra y rama estadounidense de la firma británica especializada en marketing de comportamiento SCL, donde se generaron miles de mensajes diferentes dirigidos a los electores en función de sus perfiles en redes sociales como Twitter, Facebook o Snapchat, consiguiendo el voto en los estados clave de Pensilvania, Michigan y Wisconsin.